martes, 8 de noviembre de 2016

Homenaje a Negrita (1936-2018).


Negrita (Silveria Morales) formó parte de nuestra familia, por eso este homenaje a quien sigue presente entre nosotros por las huellas que dejó en nuestro corazón. Un ser único, especial, un ángel que cuidó de cada uno y nos dió con humildad, solidaridad y entrega al otro una enseñanza de amor. 

LA ALUMNA Y EL MAESTRO DE TAQUETRÉN

El maestro, recién egresado del Colegio Nacional Normal de Quilmes, llegó a Taquetrén a mediados de la década del ’40 para convertirse en personal único frente a una decena de chicos pertenecientes a las familias de ese apartadísimo paraje ubicado en el Departamento Gastre. La alumna llegó a la escuela aquel mismo día, también a caballo, como lo hacía siempre desde el campo, donde vivía con su familia, seguramente esperanzada por la presencia del nuevo maestro, arribado tras su viaje desde Buenos Aires Chico, muy próximo a El Maitén.

Antonio Miguel Borsella se llamaba aquel joven docente que seguía con aquel cargo un destino familiar ligado a la educación en el noroeste chubutense. Silveria Morales se llamaba la pequeña alumna que ignoraba todavía que su destino la llevaría en poco tiempo muy lejos de aquellos solitarios paisajes.

Cerca de tres mil quinientos chubutenses se empeñaban por entonces en vivir en la totalidad del Departamento circundante del territorio nacional del Chubut. El éxodo, lento pero sin pausas, desgarraba cada tanto ese conjunto humano hasta adelgazarlo silenciosamente y convertirlo en la actualidad en poco más de 1400 escasos pobladores.

Una de las que partió fue Silveria, con apenas diez años cumplidos. La repentina muerte de su papá la enfrentó a una decisión inapelable de su abuelo: trasladarse casi 600 kilómetros por enredados caminos, para empezar a ganarse la vida bajo la tutoría de una familia  de Rawson, mientras en el campo quedaban su madre y sus hermanas.

La alumna se alejó de Taquetrén pero nunca olvidó sus vivencias en aquel paraje y aquel múltiple maestro de la escuela que le enseñó las primeras letras. Muy pronto se sumergió en su nuevo lugar con exigencias laborales en distintas familias capitalinas.

Al cumplir los 18 años, la vida la gratificó con una familia del corazón: la del matrimonio de españoles integrado por Baltasar y Carmen García, con cuyos descendientes siguió ligada luego en el trabajo cotidiano y el afecto hasta convertirse en un miembro indiscutible de la gran familia que se generó a partir de aquellos inmigrantes.

La integración y el reconocimiento  motivaron que su testimonio fuera pues ineludible cuando se decidió rescatar la historia y se editó “Érase una vez la familia García”, un libro que se presentó a fines de 2009 con los recuerdos atesorados durante los años compartidos por el grupo de hijos y nietos de la pareja de inmigrantes.

El maestro protagonizó en los años posteriores a su permanencia en Taquetrén, paralelamente, un extenso y rico itinerario humano, docente y público por diferentes zonas del Chubut, que culminó en Trelew.

Los destinos de aquella niña, transformada ya en “Negrita”,  y el joven maestro recién recibido siguieron su rumbo sin cruzarse, con recuerdos cada vez más desdibujados  y recónditos por el paso de los años. El azar, la fatalidad o algún mecanismo cifrado e inescrutable, sin embargo, los acercó recientemente en forma inesperada para revivir esta historia del Chubut profundo.

El cruce se debió a un pequeño libro en una de cuyas tapas se lee “Buenos Aires Chico” y por el cual, su autora, Margarita Borsella, obtuvo el Primer Premio compartido en el VI Certamen de Autobiografías de la Asociación Mexicana de Autobiografía y Biografía en el año 2011.

El texto tiene al maestro Antonio Miguel Borsella como un protagonista obligado y uno sus párrafos alude al paso por la escuelita de Taquetrén, a la que “solamente se podía acceder a caballo o en catangos tirados por un par de bueyes, tras dos o tres días de viaje desde Buenos Aires Chico”.

Margarita recuerda allí que su padre “debía cumplir el papel de maestro, director, cocinero, enfermero y hasta de partero en más de una oportunidad” y describe un desértico paisaje de faldeos pedregosos donde la única compañía son los animales y “el silbar del viento sacudiendo coirones y jarillas”.

Un ejemplar de ese libro de Margarita Borsella llegó a una integrante de la nueva familia de “Negrita” y su lectura posibilitó acceder a esa referencia sobre Taquetrén y desencadenó, obligadamente, el interrogante sobre el docente de su infancia.

En un diálogo con quien compartió buena parte de su vida, Graciela Papaiani García confirmó así la identidad de quien había sido aquel maestro y provocó el surgimiento de la memoria dormida sobre aquellos días ocurridos a mediados de la década del ‘40.

“El maestro Borsella era bueno, nos enseñaba las letras, los números, a escribir. Éramos como diez chicos. Venía de El Maitén a caballo, comía y vivía ahí en la escuelita. Traía charqui, panceta y comida seca para cocinar ahí”, recordó “Negrita” entonces con notable memoria.

“Nos enseñaba a hacer rondas, a jugar al Martín Pescador y al huevo podrido.

Él era muy serio, alto, rubio, con cabello ondeado y usaba guardapolvo. Nos daba los lápices para aprender y teníamos que dejarlos ahí en la escuelita”.

“Negrita” tampoco olvidó cuando “nos hacía pasar al frente y nos tomaba la lección. Era muy justo. Nos enseñó la bandera argentina. Cuando nos portábamos mal, no decía nada, nos quedaba mirando y ya sabíamos que eso no lo teníamos que hacer. Yo lo tengo grabado a él, como si fuera hoy”, relató.

“Negrita” Morales tiene 74 años y a veces se la suele ver mientras camina por las calles de Rawson.

Antonio Miguel Borsella falleció en la madrugada del 15 de noviembre de 2009. Nunca se enteró que, gracias a los esfuerzos que hizo para difundir letras y números en una humilde escuelita, ya desaparecida, de Taquetrén, una de sus primeras alumnas pudo leer su propia historia en un libro.

MIGUEL MACHESICH, 29 DE JUNIO DE 2014.


Receta Torta de Chocolate de Negrita

Ingredientes:

3 huevos, 180 ml de leche, + 100 gr manteca, 1 paquete exquisita, 1 kg dulce de leche, 1 tableta de chocolate (grande), 1 taza maicena y 1 esencia de vainilla (1 cucharadita).

Preparación:

*Colocar manteca abundante a todo el molde y harina y precalentar el horno 15´antes con temperatura mínima.

*Poner en un bol los huevos (enteros), la leche y la manteca derretida (a temperatura normal), agregar la caja de exquisita y batir todo muy bien hasta que quede suave y unida la mezcla.

*Cocinar durante 40´ (aproximadamente) a temperatura mínima. Dejarla enfriar (mínimo 60´), se recomienda hacerla dos días antes para que se asiente y guardarla en lugar de temperatura normal cubierta con repasador. 

*Derretir chocolate a baño maría y agregar varias cucharadas (2/3 grandes) de dulce de leche, mezclar con el chocolate y una cucharadita de agua. 

*Cortar en 2 capas la torta y agregar dulce de leche en cada capa en forma abundante, cerrar los bordes con dulce de leche y después colocar la cobertura de chocolate. Dejar enfriar 1 o 2 días en la heladera, al sacarla cubrirla con papel metalizado así  dura mucho más tiempo húmeda.  



 

 




 


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